Salir de la pobreza extrema en Medellín es una tarea que se realiza en equipo con el acompañamiento del Gobierno y el compromiso familiar. Así se pasa del asistencialismo al círculo virtuoso de la prosperidad.
La historia de la familia Acevedo podría representar la misma escena que pintó hace más de cien años el artista antioqueño Francisco Antonio Cano en Horizontes: dos campesinos con una hija en brazos que señalan un nuevo destino donde afincar sus sueños y su futuro.
Ese capítulo en la vida de don José Gildardo Acevedo sucedió a comienzos de la década de 1980 cuando migró de Puerto Berrío, en el Magdalena Medio antioqueño, a Tarso, en el suroeste, para finalmente radicarse en las empinadas montañas del barrio El Pinal en el centro oriente de Medellín. “Veía las luces de los edificios, allá abajo, y sentía mucha emoción. Fue difícil al comienzo porque no conocía la ciudad, pero estaba seguro de que había tomado la decisión correcta”.
9.766 hogares han superado la condición de pobreza extrema en Medellín desde 2016; 53.659 hogares han sido acompañados con el programa Medellín Solidaria.
Acomodados en el sector, lugar de tránsito de viajeros y comerciantes en los mediados del siglo XX, sumó el suficiente dinero para comprar un terreno y construir con las manos su propia casa. Un “ranchito”, como lo llama él, de madera y tejas de zinc por el que le ha agradecido a Dios todos los días de su vida. Sin embargo, sus ganas de reescribir la historia de la familia, hizo que animara a sus hijas a estudiar, darles a ellas lo que ni él ni su esposa habían tenido.
Así fue como María Eugenia y Olga se decidieron a formarse en asistencia administrativa, la primera, y psicología, la segunda. “Han sido las ganas, la perseverancia y el anhelo de querer más lo que nos ha motivado a crecer juntos”, explica Olga.
Eso es lo que busca el programa Unidad Familia Medellín – Medellín Solidaria de la Alcaldía de Medellín, una iniciativa con más de una década de creación, que promueve el desarrollo de las capacidades de las personas y acompaña el proceso de superación de la pobreza extrema.
Un testimonio vivo de ello es esta familia que, de la mano de la Administración Municipal, logró acceder a oportunidades de educación superior y empleo. Olga, después de graduarse de psicóloga, fue contratada como cogestora, es decir, a motivar a otros hogares de Medellín a mejorar sus condiciones económicas, sociales y afectivas.
34.625 personas han sido orientadas en los 15 Centros Integrales de Familia que tiene la ciudad para realizar acompañamiento psicosocial y promover el buen vivir.
Una cuestión de actitud
Acompañar y no asistir ha sido la metodología de Unidad Familia Medellín. ¿Cómo se logra? Se identifican las familias vulnerables, se les realiza un diagnóstico en nueve dimensiones del desarrollo humano –educación, ingreso y trabajo, salud, identificación, bancarización y ahorro, nutrición, acceso a la justicia, vivienda y dinámica familiar– y se definen cuáles deben ser atendidas con un plan de trabajo. Una vez resueltas se considera que la familia ha superado su condición de pobreza extrema.
Se trata, por ejemplo, de saber si una persona tiene atención médica o los documentos de identificación. En caso negativo, el cogestor familiar lo asesorará en los trámites que debe adelantar para superar estas brechas y hasta gestionará las citas con las entidades públicas responsables.
Para la secretaria de Inclusión Social, Paulina Suárez Roldán, “uno llega a la vida con un kit de herramientas. A veces ese kit está completo y otras veces no. Nuestra tarea es orientar a las familias a obtener lo que les falta para mejorar su vida con los distintos servicios básicos que ofrece el Estado”.
El valor de este programa, en el que la corresponsabilidad es fundamental, fue reconocido por el Ayuntamiento de Granada, España, como una experiencia exitosa que podía replicarse en su territorio. Se trató de un intercambio de conocimiento técnico y metodológico que fue posible por la unión de voluntades municipales y el acompañamiento de la ACI Medellín.
De esta manera, una experiencia local se convierte en modelo para erradicar la pobreza en todas sus formas a través de la autogestión y el deseo inquebrantable de superarse y reconocer en las dificultades motivos para prosperar.
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