Dos importantes medios brasileros resaltaron en la última semana el caso de Medellín, que pasó de ser la ciudad más violenta del mundo a ser un epicentro de innovación y transformación social.
Ambos medios se enfocan en la política integral de Medellín que incluyó inversión social en las “favelas”, donde estaba el epicentro de la violencia. A través de la construcción de escuelas, medios de transporte, escenarios deportivos y culturales además de bibliotecas y parques, la ciudad logró unir a una sociedad históricamente excluida.
Compartimos la columna de opinión completa de la Folha de Sao Paulo escrita por Míriam Leitão y la nota de CNN Brasil con Vinicius Poite, exdiputado de Sao Paulo y actualmente comentarista en este importante medio mundial.
Un diálogo entre Medellín y las favelas brasileñas
Por: Preto Zezé [ nota de UOL Brasil ]
Medellín, en Colombia, es conocida por su fama violenta, pero eso no es lo que captó nuestra atención. Lo que nos atrajo de la ciudad fue la idea de la favela como posibilidad, carisma e innovación. Y descubrir cómo el lugar que antes alejaba a las personas ahora acoge a la favela más visitada del planeta.
Al conversar con jóvenes, residentes, gestores y expertos, tomé nota de algunas lecciones de Medellín y Moravia (dos territorios donde las políticas públicas integradas han tenido un impacto considerable). Entre ellas, la participación comunitaria, me refiero a una participación más amplia, transparente y empoderadora, donde los usuarios de los servicios están presentes y participan desde la concepción hasta la ejecución.
No se trata de una participación tutelada o ligada a los intereses del gestor de turno. Además, como no hay reelección, todos los esfuerzos de gobernanza local se enfocan en garantizar la continuidad de las políticas como derechos, no como favores, priorizando la sostenibilidad de una política de Estado en lugar de la de los gestores o políticos “x” o “y”.
La ciudad construyó sobre lo construido. Es decir, ninguna política pública eficiente establecida por alcaldes anteriores se descartó en las nuevas administraciones solo porque el alcalde cambió.
Al escuchar, los gestores han visto que cometen menos errores. Esto también tiene un impacto en la idea de pertenencia y en la construcción de una relación más satisfactoria entre la sociedad y el Estado. Como resultado, no vi aparatos dañados, graffitis, rotos o sucios. Y esto tiene que ver con este método y con una elección ética que se hizo para determinar que los equipamientos públicos para los pobres deben ser de buena calidad.
En el imaginario popular, se ha formado una conciencia de cuidado y valorización de lo público. La presencia combinada y dialogada del Estado ha generado una ciudadanía activa que identifica el valor de las iniciativas y acciones del poder público, que produce una identidad positiva y desmantela esa idea del Estado que se ausenta y que cuando aparece solo castiga, multa, controla, grava y no devuelve servicios, lo que genera separación y distanciamiento.
Medellín rompió definitivamente con la lógica perversa de hacer cosas mal hechas y feas para quienes son pobres. El principio utilizado fue “lo mejor para quienes más lo necesitan”. Siguiendo la misma lógica, la ciudad le dio dignidad a sus intervenciones públicas. Cosas simples para abordar problemas complejos, como una comisaría que solía ser un lugar de torturas y que fue demolida para construir una comisaría transparente. O un lugar que antes era una finca de criminales y se convirtió en un centro de abastecimiento de alimentos, con escuelas, canchas deportivas y espacios para el reciclaje